La depresión es susceptible de ser tratada de muchas maneras, teniendo en cuenta el punto de vista desde el que se considere. La más extendida y seguramente más accesible en nuestro país es sin duda la terapia farmacológica. Si bien nuestro interés se centra en los tratamientos psicológicos, resulta imprescindible hacer referencia a los tratamientos farmacológicos para poder en todo caso establecer comparaciones.
En la familia de los medicamentos o fármacos antidepresivos se incluyen todos aquellos productos químicos que han acreditado poseer la capacidad de reducir total o parcialmente el estado depresivo en un amplio grupo de enfermos depresivos, efecto obtenido la mayor parte de las veces en el plazo de tres a cinco semanas. Otra especificación previa necesaria es que la mayor parte de los productos antidepresivos se emplea también en otras indicaciones. Baten el récord en este sentido los productos inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina, utilizados en el tratamiento de estas afecciones: ansiedad/pánico, fobias, síndrome obsesivo, síndrome de estrés postraumático, patología psicosomática, grupo de adicciones sociales y químicas (otro antidepresivo, el bupropion, es muy utilizado en el abandono del tabaco), personalidad límite, déficit de atención por hiperactividad y dolor crónico.
Con arreglo a la cronología de la aparición del fármaco se distinguen los de la primera generación, que son los antidepresivos antiguos, los de la segunda generación o intermedios y los de la tercera generación, los más recientes.
- Antidepresivos de la primera generación: la mayor parte de ellos son los antidepresivos tricíclicos, como la imipramina, desipramina, ciomipramina, amitriptilina y nortriptilina.
- Antidepresivos de la segunda generación: un grupo muy heterogéneo por su estructura química, en la que se incluyen entre otros la maprotilina, la mianserina y la viloxacina.
- Antidepresivos de la tercera generación: este grupo comprende sobre todo los inhibidores de la recaptación de la serotonina (trazodone, nefazodone, fluoxetina, fluvoxamina, sertralina, paroxetina y citaloprán), más otros agregados también en fechas relativamente recientes como la venlafaxina, la reboxetina y la mirtazapina.
Los antidepresivos más antiguos, a causa de su potenciación anticolinérgica, se acompañaban de efectos adversos importantes. La aparición de estos efectos en los tratamientos con los antidepresivos hoy más utilizados, se ha vuelto mucho menos frecuente. Los inhibidores de la recaptación de la serotonina pueden producir efectos secundarios sobre la esfera sexual. El síndrome de supresión de los antidepresivos, recogido con frecuencia en la literatura en castellano con el anglicismo síndrome de «discontinuación», se manifiesta por síntomas psíquicos, sobre todo ansiedad, irritabilidad, inquietud, y somáticos, sobre todo vértigos, cefaleas, vómitos e insomnio o somnolencia.
Hay aproximadamente un 15 por ciento de estados depresivos denominados depresiones refractarias o farmacorresistentes a causa de no ofrecer una respuesta positiva a la administración de una dosis suficiente de la medicación antidepresiva seleccionada.
Esto en cuanto a la terapia farmacológica, que como vemos, es fácil de obtener y tiene eficacia demostrada la mayor parte de casos, pero tampoco está exenta de efectos secundarios y no es útil en el 100% de los casos. En próximas entradas veremos los tres tratamientos psicológicos oficialmente reconocidos como eficaces, sus pros y sus contras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario