La cifra sorprende hasta a los propios especialistas, a los que les resulta complicado encontrar una explicación. Casi cuatro de cada diez niños que acudieron por primera vez al psiquiatra en Andalucía son gaditanos. Nada menos que la friolera de 3.520, según los datos recogidos en la Memoria Anual de la Consejería de Salud de 2010, que se encuentra publicada en su página web. Son casi el doble que los atendidos en primera consulta en Sevilla (1.696) y seis veces más que en Huelva o Jaén (520 y 552, respectivamente).
La demanda ha ido creciendo de manera progresiva y ya el último año se atendieron a 900 pacientes más que el anterior, que se suman a aquellos que tienen cita de manera regular en los centros públicos.
La doctora Concha de la Rosa, directora de la Unidad de Salud Mental Infanto Juvenil (Usmij) de Cádiz, deja claro que «nuestros niños no están peor que los de otras provincias», pero reconoce que «es difícil encontrar un motivo». Al menos en su consulta no se ha apreciado ese incremento tan alarmante, sin embargo, admite que las derivaciones de pacientes son cada vez más habituales.
Baja la edad de los pacientes
«La situación ha cambiado en los últimos cinco o seis años», señala la especialista. Las patologías que se atienden son también más severas y afectan a niños cada vez más pequeños. Según explica, «la edad media de los pacientes está bajando con un crecimiento de los menores de dos años, frente a los de cuatro, que hasta ahora eran los más habituales».
¿Y qué problemas de salud mental puede tener un niño de dos años? se preguntan muchos de los padres que acuden por primera vez a la consulta. De la Rosa resalta que son generalmente trastornos del desarrollo, y lo más importante, del lenguaje. «La conciencia de los problemas mentales ha crecido mucho entre los pediatras y cuando detectan que un niño tarda en hablar, por ejemplo, se hace una derivación por si puede tratarse de un autismo, que es la patología más grave en estos casos».
Eso se une al mayor celo de los padres, que a la menor sospecha, piden que sus hijos sean vistos por especialistas. La unidad de Cádiz, como la de Puerto Real, son distintas. Cuenta Concha de la Rosa que se trata de las únicas en toda Andalucía a las que los pediatras derivan directamente. La organización es la siguiente: el médico de atención primaria envía al niño al equipo de salud mental ambulatorio y son ellos los que deciden si han de ir a unidades especializadas. En este caso, no es necesario el trámite intermedio en menores de cero a cinco años.
Trastornos recurrentes
Desde hace bastante tiempo, la Usmij de Cádiz cuenta con esta medida de detección precoz. «Eso nos ha servido para diagnosticar de una manera más temprana y poner el tratamiento cuanto antes», indica la psiquiatra infantil.
Los trastornos más habituales son los del desarrollo. Sin embargo, en los últimos años han crecido mucho los problemas de hiperactividad. «Son niños inquietos, que no paran en todo el día, se muestran irritados y les cuesta prestar atención», aclara. También los trastornos de la alimentación aparecen a edades muy tempranas. Concha de la Rosa aclara que «no tienen nada que ver con las anorexias nerviosas de los adolescentes y están más vinculados a la relación entre padres e hijos». Según cuenta, «se dan cuando hay relaciones de conflicto o en el caso de padres sobreprotectores y excesivamente preocupados
Son este tipo de cuestiones las que motivan que sea necesario hacer un seguimiento desde la propia unidad. Las consultas sucesivas, sin embargo, ha tenido un efecto contrario. A lo largo del año pasado descendieron levemente con 26.167 atendidas en la provincia, frente a las 26.615 del anterior. Cádiz sigue a la cabeza como la segunda en número, solo superada por Sevilla.
Divorcios conflictivos
La conflictividad dentro de la familia también ha influido a que la cifra se dispare. Cada año los divorcios son casi tantos como las bodas. Las rupturas siempre afectan a los menores, especialmente cuando la relación entre los padres es mala. Por lo general, los pequeños que más sufren durante una separación son los que tienen entre siete y doce años, que empiezan a familiarizarse con los conceptos de pérdida y de muerte, cuenta la especialista.
Cuando la ruptura se produce en edades más tempranas, parece que lo toleran de otra manera, pero en cada proceso hay un daño y prevalece el afán de los menores por volver unir a sus padres. En cualquier caso, la psiquiatra recalca que la mala relación entre los progenitores es el motivo principal de una patología en los niños. Por el contrario, cuando se realiza de mutuo acuerdo y sin conflictos de por medio, «no tiene por qué repercutir en los menores».