sábado, 5 de noviembre de 2011

LAS REDES DE AMISTAD ÍNTIMA SUPLEN AL NÚCLEO AFECTIVO TRADICIONAL


En una presentación de su libro de relatos cortos Close Range, un periodista preguntó a Annie Proulx por qué solía describir en sus historias a grupos familiares tan poco habituales. Impasible y expeditiva, Proulx sentenció  con sorna (y en inglés, claro): “No creo en la familia funcional, y nunca he conocido una”. Difícil quitarle la razón, visto lo visto.
O así lo cree la socióloga inglesa Sasha Roseneil (Birkbeck University, Londres), quien en el estudio Cultures of Intimacy and care beyond the family(de la que es coautora, junto a Shelley Budgeon) define la situación actual señalando que “la pareja heterosexual, y particularmente la pareja casada, co-residente y con hijos ya no ocupa el campo central de las sociedades occidentales y no se puede dar por supuesto que sea la unidad básica de la sociedad”.
Mariano Fernández Enguita, catedrático de Sociología en la Universidad Complutense, se muestra parcialmente de acuerdo: “La familia que llamamos tradicional, nuclear o conyugal es más bien una figura moderna que sustituyó a las familias extensas, troncales, poligámicas, pero que ahora va dejando paso a la pluralidad de formas”.
En su estudio, Roseneil va, sin embargo, más allá de esta crisis de modelo, entrando de lleno en el terreno de las familias alternativas, afirmando que“hay que revisar a fondo el concepto del emparejamiento romántico” y poniendo “la amistad” como concepto clave de los nuevos postulados. Para la socióloga inglesa, ya no se trata de discutir una y otra vez sobre la agonía de la familia tradicional o la irrupción en la parte iluminada de la sociedad de las familias monoparentales , sino de prestar atención a las nuevas construcciones con las cuales una sociedad trata de afrontar sus realidades.
Vínculos afectivos que se quiebran
Debemos entender que nuestras sociedades presentan anclajes mucho menos sólidos que en el pasado. Las familias viven más alejadas, carecen de los intensos vínculos afectivos que exhibieron en las décadas precedentes y comienzan a sentir los efectos de un tipo de vida mucho más centrada en la satisfacción individual que en la preservación de los fines colectivos.
Dadas estas premisas comunes (con matices) a los países occidentales, Roseneil apunta la proliferación de núcleos parafamiliares, o directamente “más allá de la familia” formados en torno a las redes de amistades íntimas. Para ella, esa amistad es no sólo una práctica, sino “una ética”. En su búsqueda sobre el terreno, Roseneil encuentra no pocos ejemplos de viudos o separados con hijos –hombres, mujeres o ambos- que viven en común, de un modo suave y desarticuladamente comunal, caracterizado por carecer de  una postura sociopolítica de fondo, y partir más bien de las citadas necesidades sobrevenidas. Como redes de apoyo, cubren casi todo aquello de lo que se ocupaba la familia clásica (supervivencia económica, manutención y educación de los niños), pero, llamativamente, dejan fuera el punto más tradicionalmente conflictivo de la ecuación: el sentimental. En la agrupación de amigos hay una clara relación afectiva, pero lo sentimental/sexual no es imprescindible: puede obtenerse en el exterior y permanecer allí.
Para Jesús Palacios, catedrático de Psicología Evolutiva de la Universidad de Sevilla, el movimiento que plantea Roseneil, sencillamente, al menos en España, “no está sucediendo”. Se trata, dice, de casos aislados, no de una corriente sólida. "La familia no puede ser “una aventura transitoria” y sigue implicando “el compromiso emocional, la cohabitación, el cuidado de los hijos y un el proyecto de futuro”. No considera además que las altas tasas de divorcios sean un fracaso del “modelo” tradicional, sino “fracasos personales” que son sentidos como tales por los implicados.



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