martes, 16 de julio de 2024

Comunicación asertiva en familia



La comunicación es una herramienta fundamental a la hora de establecer relaciones entre seres humanos. A menudo, existen dificultades a la hora de emplear una buena comunicación en familia, es por esto que en el siguiente artículo hablaremos ampliamente de este tema y daremos herramientas para emplear buenas estrategias comunicativas dentro del ámbito familiar. Si te interesa saber más sobre este tema, a continuación hablaremos más ampliamente de ello. 


Existen distintos tipos de comunicación, entre los que se encuentran la comunicación asertiva, pasiva y agresiva. A continuación, nos centraremos en la primera, ya que es la más adecuada y eficaz para mantener buenas relaciones.


La comunicación asertiva es la forma en la que se expresan las necesidades, sentimientos, preocupaciones, etc., sin rodeos, de manera segura, sosegada y sincera, mostrando empatía y respeto hacia el receptor. A diferencia del estilo pasivo de comunicación se expresan claramente nuestras preferencias, necesidades y límites, aunque con la responsabilidad de comunicar adecuadamente estas cuestiones de la que carece el estilo agresivo. 


Pongamos un ejemplo para mayor entendimiento. Supongamos que una niña le pide a su madre un juguete, y la madre no está dispuesta a comprarlo. Existen 3 formas de solucionar esta situación: **niña sin llamada de atención ni problemas de conducta**


  • Mediante una comunicación pasiva: la madre le dice a su hija que no le va a comprar el juguete, la niña insiste varias veces, por lo que la madre acaba cediendo y comprándoselo.

  • Mediante una comunicación agresiva: la madre le transmite a través de la ira que hace poco le compró un juguete nuevo y que no piensa comprarle otro, que siempre está pidiendo cosas nuevas. El conflicto termina con madre e hija alteradas. 

  • Mediante una comunicación asertiva: la madre le explica a la niña con paciencia y empatía que, aunque ella desee en gran medida el juguete nuevo, no es posible en este momento comprárselo porque hace poco compraron uno que aún no ha usado. La madre le indica que puede pedir este juguete por Navidad. En este caso, la madre acompaña la emoción de su hija sin menospreciarla y manteniendo el límite establecido, es decir, sin comprar el juguete y, además, aportando una solución. 


Vamos a comentar las posibles consecuencias de llevar a cabo estos tres tipos de comunicación a largo plazo:


  • Comunicación pasiva: sería más probable que esta niña no aprendiera a apreciar el valor de las cosas ni desarrollara tolerancia a la frustración. Es decir, si siempre tiene lo que quiere no será capaz de valorar y emplear el esfuerzo necesario para conseguir ciertas cosas y no aprenderá a gestionar las emociones que le surjan ante una negativa que la vida le ponga en el camino. 


  • Comunicación agresiva: en este caso, la niña se sentirá no escuchada (la madre invalida sus emociones), y aprenderá que no puede comunicar a sus padres sus necesidades, puede que desarrolle falta de confianza. Con el tiempo, la niña puede desarrollar una baja autoestima y un bajo autoconcepto, debido a que si la familia, que es el principal núcleo de socialización en las primeras edades, minusvalora las necesidades y/o opiniones de la niña, ésta aprende que no son válidas, y puede afectar a la percepción y valor de sí misma. 


  • Comunicación asertiva: a través de este estilo comunicativo la niña se siente escuchada y valorada, sus emociones son respetadas y desarrolla tolerancia a la frustración (es decir, a veces no podemos conseguir lo que queremos y debemos aprender a gestionar esas emociones). 


En conclusión, el estilo comunicativo asertivo es una herramienta que se puede y debe usarse dentro del ámbito familiar, para así lograr que nuestros hijos e hijas adquieran un buen desarrollo de las habilidades de comunicación y de resolución de conflictos. Por lo tanto, recomendamos este estilo de comunicación y, si existieran problemas de mayor gravedad o que cueste manejarlos, recomendamos acudir a un especialista de la salud mental. 

Referencias: - Casadiego, J., et al. (2015). Habilidades de comunicación asertiva como estrategia en la resolución de conflictos familiares que permite contribuir al desarrollo humano integral en la familia. [info:eurepo/semantics/bachelorThesis, Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD]. Repositorio Institucional UNAD. Recuperado de https://repository.unad.edu.co/handle/10596/3785 - Molina-Cusme, J. J., &; Espinosa-Cevallos, P. A. (2022). Comunicación asertiva y familia. Polo del Conocimiento, 7(6), 518-530.


Julia de la Torre Murillo y Helena Guimerá Rosety

Psicólogas colaboradoras en Latour Psicología


La conducta alimentaria y sus trastornos



    La conducta alimentaria y sus trastornos

    Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son alteraciones graves sobre la autopercepción que se relaciona con la fijación sobre el peso corporal, la imagen corporal y el control de los alimentos. No son solo problemas con la comida, son una forma de controlar la ansiedad que puede ser generada por la falta de control del contexto que rodea a la persona. El DSM-V hace distinción de los siguientes:

  • Anorexia nerviosa

  • Bulimia nerviosa

  • Trastorno por atracón

  • Pica

  • Rumiación

  • Trastorno de evitación/restricción de alimentos

  • Trastorno de rumiación

  • Otros trastornos alimentarios de la ingestión de alimentos especificados

  • Trastornos alimentarios y de la ingestión de alimentos no especificados

    Los más prevalentes hoy día son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. Para poder entender la diferencia entre los mismos pasamos a realizar una breve descripción de estos tres (MedlinePlus, 2022):

  • Anorexia nerviosa: se evitan, limitan alimentos y/o se comen pequeñas cantidades normalmente de alimentos específicos. Además, suele estar acompañado de una insatisfacción con la imagen corporal, siendo personas que pueden presentar infrapeso, pero que consideran que tienen sobrepeso.

  • Bulimia nerviosa: periodos de atracones seguidos de purgas, bien sean vómitos, uso de laxantes, exceso de ejercicio, ayuno, etc.

  • Trastorno por atracones: como su nombre indica, atracones de comida sin control, comiendo incluso aun estando saciados soliendo venir acompañado de sentimientos de culpa, malestar, vergüenza.

    Aproximadamente 400.000 personas en España padecen algún tipo de TCA. Revisando las estadísticas, las mujeres son las que representan el porcentaje mayor entre el 4,1% y el 6,4% entre 12 y 21 años frente que, en la población masculina para mismo rango de edad, presenta un porcentaje de prevalencia del 0,3% (Jiménez, 2023).

    Existe una serie de condicionantes considerados de riesgo a la hora de padecer un TCA, entre los que encontramos el nivel socioeconómico, la cultura, la edad, la publicidad y, evidentemente, el género, o la condición femenina (Toro y Vilardell, 1987).

    Con respecto al nivel socioeconómico, un mayor nivel se relaciona con una mayor probabilidad de padecer un TCA. Aunque los estereotipos sociales y estéticos se den en todo tipo de sociedades, las clases sociales más altas se relacionan de forma inversa con la obesidad. Siguiendo este hilo, otro factor que nombrábamos era la cultura, existendo culturas en las que están especialmente implicados los valores estéticos, lo que lleva a ser una preocupación importante en la sociedad. Así vemos que en minorías étnicas como afroamericanas o latinoamericanas las preocupaciones con la imagen corporal y la dieta son menos frecuentes en comparación con sociedades donde existe abundancia y disponibilidad de alimentos (Behar, 2010). En el caso de la edad como factor de riesgo, los adolescentes y los jóvenes son el grupo de edad mayor afectado por este tipo de trastornos. En estas edades se va formando la identidad de la persona, donde se establecen las pautas conductuales, cognitivas y emocionales, siendo la imagen de sí mismos trascendental por la estrecha relación que tiene con la aprobación social principalmente hacia el grupo de iguales (Toro y Vilardell, 1987).

    Nombrábamos el género, o la condición femenina. Vamos a hacer una reflexión sobre este. No podemos obviar que la sociedad impone en las mujeres, desde diversos ámbitos (publicidad, moda, RRSS, educación, etc.) una serie de estereotipos y demandas que se deben cumplir, puesto que es lo que se espera de nosotras, suponiendo la aceptación social, o no. Entre esa serie de estereotipos hablamos del deseo de agradar al resto, pero en particular al género masculino, siendo la mujer compuesta como un cuerpo/objeto. Existen diferencias claramente marcadas entre el ideal de belleza femenino y masculino, para ser atractiva físicamente la mujer debe ser delgada, pero no excesivamente (eso no resulta atractivo), debiendo presentar una armonía corporal, pasando la belleza facial a un segundo plano (Carrillo, 2005). En muchos casos este ideal de belleza de delgadez “armónica” es difícil de conseguir lo que puede conllevar a una insatisfacción corporal que se asocia directamente con la autoestima. En este sentido, la valía como persona y como mujer se ve reducida a la delgadez (“si no estoy delgada, no importo”), lo que puede llevar a tener una baja autoestima, nuevamente relacionándose con otro de los factores de riesgo de sufrir un TCA (Behar, 2010). Ser bella es igual a ser delgada y mucho más allá de eso. La delgadez es símbolo de triunfo, una mujer delgada es una mujer triunfadora, exitosa, una mujer que puede ejercer control tanto sobre sí misma como sobre su entorno, una mujer autosuficiente y competente, mientras que ser obesa se presenta como símbolo de despreocupación, dejadez, pérdida de control y falta de capacidad de agrado tanto para una propia como para el resto (Carrillo, 2005; Behar 2010). Como dicen Toro y Vilardell (1987): “cuando la delgadez se establece como valor altamente positivo, como meta a alcanzar, como modelo corporal a imitar y seguir, ser delgada es lo mismo que triunfar, que tener éxito, que ser mujer como hay que serlo, que demostrar control sobre una misma y mil cosas más”.

    Por otro lado, se comprueba que las mujeres presentan una relación con la comida distinta, suponiendo para ellas en una forma de controlar el cuerpo y expresar el malestar o bienestar mientras que en los hombres ese control se asocia a la práctica de ejercicio físico (Zafra, 2008).

    Este tipo de estereotipos de cómo debe ser una mujer se palpan desde las modas, siendo la ropa prácticamente modelada por y para cuerpos delgados (Carrillo, 2005), los medios de comunicación, bien sea la propia televisión como las diversas redes sociales donde podemos encontrar a creadoras/es de contenido con mensajes pro-TCA como: “esta noche no voy a cenar porque he almorzado mucho” o mediante publicidad promocionando, por ejemplo, aplicaciones de pago con videos de ejercicio físico: “ahora que llega el veranito tenemos que estar preparadas para lucir cuerpo…” o clínicas estéticas acompañadas del lema “otro verano más cambiando el panorama de las playas” (Micromachismos, 2024). Las redes sociales han llegado para quedarse, siendo recomendable enseñarle a los influencers la capacidad que tiene su mensaje de calar en las personas, principalmente las más vulnerables, a sufrir este tipo de trastornos, a la vez que inculcar al resto de la sociedad sobre este tipo de patologías.

    Sería recomendable utilizar la regla de los 5 segundos: si vemos algo sobre el aspecto de otra persona que pueda arreglar en menos de 5 segundos lo podemos señalar de manera educada (por ejemplo, comida entre los dientes), pero si es algo que la persona no puede modificar en menos de 5 segundos, no lo mencionamos (por ejemplo, la forma de los dientes). Es útil que nos acordemos de este ejemplo cuando una persona nos diga que está preocupada por su peso y así no fomentemos este tipo de conductas y prejuicios. Y tú, ¿eres capaz de aplicar esta regla?



Ainhoa Barreto Rodríguez

Psicóloga colaboradora de Latour Psicología



Citas bibliográficas:

American Psychological Association. (2014). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition

Behar, Rosa. (2010). La construcción cultural del cuerpo: El paradigma de los trastornos de la conducta alimentaria. Revista Chilena Neuro-Psiquiatría, 48(4), 319-334.

Jimenez, Andrea. (2023). Las niñas y mujeres representan 9 de cada 10 casos de trastornos de la conducta alimentaria en España. Univadis: https://www.univadis.es/viewarticle/las-ni%25C3%25B1-y-mujeres-representan-9-de-cada-10-casos-de-2023a100068k

Carrillo, María Victoria. (2005). Factores socioculturales en los TCA. No sólo es moda, medios de comunicación y publicidad. Trastornos de la conducta alimentaria, 2, (120-141).

MedlinePlus. (2022). Trastornos de alimentación https://medlineplus.gov/spanish/eatingdisorders.html

Micromachismos. (2024). “Cambiando el panorama de las playas”: la lona machista de la clínica Dorsia para vender operaciones de pecho. El diario: https://www.eldiario.es/blog/micromachismos/cambiando-panorama-playas-lona-machista-clinica-dorsia-vender-operaciones-pecho_132_11357063.html

Toro, Josep y Vilardell, Enric. (1987). Anorexia nerviosa. Martínez Roca, Biblioteca de Psicología, Psiquiatría y Salud, Colección Serie Salud 2000. Barcelona.

Zafra, Eva. (2008). Los trastornos del comportamiento alimentario como “estares alimentarios”: entre el placer (bienestar) y el conflicto (malestar). En Romaní, O; Larrea, C. y Fernández, J. (2008) Antropología de la medicina, metodologías e interdisciplinariedad: de las teorías a las prácticas académicas y profesionales. (233-247). Ankulegi Antropologia Elkartea.



A propósito de Peter Pan



A propósito de Peter Pan

La psicología analítica desarrollada por Carl Gustav Jung ofrece una visión profunda y compleja de la psique humana a través de la exploración de arquetipos, entre los cuales el Niño Eterno o "Puer Aeternus" ocupa un lugar destacado. Este arquetipo se refiere a una figura mítica y simbólica que representa la eterna juventud, la creatividad y la espontaneidad, pero también puede conllevar aspectos problemáticos como la inmadurez y la falta de compromiso. En este artículo, exploraremos las implicaciones del Niño Eterno en la psicología moderna, analizando tanto sus beneficios como sus desafíos.

La Dualidad del Niño Eterno

El Niño Eterno, según Jung, encarna la dicotomía entre la frescura, la innovación y la capacidad de soñar, frente a la irresponsabilidad y la tendencia a evitar las responsabilidades adultas. Esta figura se manifiesta en la mitología a través de personajes como Peter Pan, quien se niega a crecer, prefiriendo vivir en un estado perpetuo de juventud y fantasía. Desde un punto de vista positivo, el Niño Eterno es un símbolo de esperanza y renovación. Su capacidad para soñar y visualizar un futuro mejor es crucial para el progreso personal y social.

No obstante, el lado oscuro de este arquetipo se hace evidente cuando los individuos quedan atrapados en un ciclo de comportamientos infantiles, rehuyendo del crecimiento emocional y la madurez. Jung argumenta que este estancamiento puede llevar a una vida llena de potencial no realizado y una falta de satisfacción profunda (Jung, 1964).

Algunos Impactos de esta dualidad en la Vida Moderna

En la sociedad contemporánea, donde la juventud y la innovación son altamente valoradas, el arquetipo del Niño Eterno se ha vuelto omnipresente. La cultura popular glorifica la juventud perpetua y la resistencia al envejecimiento, lo cual puede perpetuar una desconexión con las responsabilidades y los logros de la vida adulta. Esta idealización de la eterna juventud puede ser problemática, fomentando expectativas poco realistas y un rechazo a las etapas naturales del desarrollo humano (Hillman, 1999).

En cuanto al mundo de los videojuegos, el niño eterno está constantemente buscando diversión y emoción, evitando cualquier cosa que pueda parecer monótona o rutinaria. Los videojuegos proporcionan un escape perfecto, ofreciendo aventuras, desafíos y emociones que la vida cotidiana puede no proporcionar, idealizando a personas jóvenes y poderosas, explorando nuevas tierras y viviendo aventuras sin las limitaciones y responsabilidades de la vida real. Es importante reconocer y equilibrar su impacto para evitar que se conviertan en un escape de las responsabilidades y el crecimiento personal necesarios para la vida adulta.

Por otro lado, en el ámbito profesional, la influencia del Niño Eterno puede ser una fuente de creatividad e innovación. Las empresas tecnológicas y las industrias creativas valoran enormemente la capacidad de pensar "fuera de la caja" y de adoptar nuevas perspectivas, cualidades que el Niño Eterno personifica. Sin embargo, esto debe equilibrarse con una estructura que fomente la responsabilidad y la sostenibilidad a largo plazo.

Un ejemplo del Niño Eterno se manifiesta en personas que evitan el compromiso, ya sea en relaciones personales o en el ámbito profesional. Estos individuos pueden temer perder su libertad y espontaneidad, prefiriendo mantener opciones abiertas en lugar de establecerse. Si bien esta actitud puede mantener una sensación de ligereza y posibilidad, también puede llevar a una falta de profundidad y estabilidad en sus relaciones y carrera.

Para estos individuos, el proceso de individuación sugerido por Jung implica reconocer el valor del compromiso y la responsabilidad como partes esenciales de una vida plena. Aprender a ver el compromiso no como una pérdida de libertad, sino como una forma de construir relaciones y logros significativos, puede ser transformador.

Por otra parte, cabe también mencionar cómo las cirugías estéticas, una intervención bastante común en nuestros días, encaja en esta perspectiva del "Puer Aeternus", ya que ejemplifica cómo algunas personas buscan mantener una apariencia juvenil y evitar todo lo posible el envejecimiento. Al recurrir a estas intervenciones, buscan preservar una imagen de juventud y vitalidad, a menudo asociada con la belleza y la energía que se suele tener al ser joven, perpetuando la concepción que la juventud es la etapa más valiosa.

Siguiendo esta línea, las redes sociales y las aplicaciones de edición de fotos permiten a las personas presentar versiones idealizadas y juveniles de sí mismas, filtrando y ajustando imágenes para eliminar signos de envejecimiento, llegando a alterar la autopercepción de su imagen real. La comparación constante con los demás puede ser perjudicial para la salud mental y emocional. Focalizarte en la apariencia externa propia y de los demás puede conllevar una baja autoestima, generar altos niveles de estrés y ansiedad, ya que te sientes presionado a alcanzar estándares inalcanzables o comportamientos alimentarios poco saludables. Esta percepción irrealista te puede llevar a descuidar otros aspectos importantes de la vida.

La cultura fitness y estilo de vida saludable pone el énfasis en el ejercicio físico y la dieta saludable, en un principio para priorizar la salud, pero va parejo a mantener una apariencia joven y un cuerpo en forma, refleja el deseo de preservar la vitalidad juvenil.

Sin embargo, Jung advierte sobre los peligros de identificarse demasiado con el arquetipo del "Puer Aeternus", ya que puede llevar a una falta de madurez emocional y espiritual. En lugar de abrazar el proceso natural de envejecimiento, aceptación y crecimiento personal.

El Proceso de Individuación

Jung propuso que, para lograr una personalidad completa y sana, es esencial integrar los diferentes arquetipos dentro de la psique. Este proceso, conocido como individuación, implica reconciliar los aspectos positivos y negativos del Niño Eterno. Al aceptar tanto su creatividad y vitalidad como la necesidad de compromiso y responsabilidad, los individuos pueden alcanzar un equilibrio que les permita vivir de manera plena y significativa (Jung, 1966).

El desafío radica en no permitir que el Niño Eterno domine la psique, evitando así la trampa de la inmadurez perpetua. En cambio, es crucial encontrar formas de canalizar su energía en objetivos productivos y relaciones significativas. Esto puede incluir la búsqueda de proyectos apasionantes que desafíen la mente y el espíritu, al tiempo que se mantiene una base sólida de responsabilidades y compromisos.

El arquetipo del Niño Eterno es una poderosa figura en la psicología de Jung, ofreciendo tanto oportunidades como desafíos. En la era moderna, donde la innovación y la juventud son altamente valoradas, es más relevante que nunca entender y equilibrar los aspectos de este arquetipo. La clave está en integrar su energía positiva sin sucumbir a la tentación de evitar las responsabilidades adultas, así como la aceptación del paso del tiempo. Solo así se puede alcanzar una vida verdaderamente equilibrada y satisfactoria.



Referencias bibliográficas:

- Hillman, J. (1999). The Soul's Code: In Search of Character and Calling. Random House.

- Jung, C.G. (1964). Man and His Symbols. Doubleday.

- Jung, C.G. (1966). Two Essays on Analytical Psychology. University Press.



Noelia Barrera López

Psicóloga colaboradora de LATOUR psicología.

jueves, 14 de marzo de 2024

El Amor y las relaciones de pareja (I)

 



    Un reciente artículo publicado en el periódico El País (6 de noviembre de 2023) lo encabezaba el siguiente titular “El amor es una droga que hace efecto solo 15 meses”. Estos asuntos relacionados con la “Psicobiología” siempre llamaron mi atención poderosamente, lo que hizo que leyera dicho artículo con máximo interés. “La Neurociencia dice que el enamoramiento dura como máximo un año y tres meses, y la noradrenalina es una de las claves…”. Así comenzaba el artículo que escribía Francesc Miralles en dicho medio de comunicación.

    Lo primero que pensé fue en el dilema (o más bien falacia) sobre qué fue primero, si el huevo o la gallina. ¿Es la noradrenalina lo que nos hace sentir que estamos enamorados?, o, por el contrario, ¿es el comportamiento de estar enamorado el que hace que segreguemos noradrenalina?.  A continuación me situé, desde mi posición como psicólogo, en contra del planteamiento exclusivamente biologicista, para finalmente analizar tan importante  cuestión vital desde la perspectiva de la psicología.

    En general, desde hace mucho tiempo, sobre todo en la sociedad occidental, damos credibilidad a aquello que proviene de lo que en general denominamos ciencia. Esto nos ha hecho “intuir” que todo puede explicarse en términos científicos, pero sobre todo, o exclusivamente, por aquella explicación que proviene de determinadas “ramas” de la ciencia, como  la biología, la química, la medicina, etc. No voy a manifestarme en contra de este modelo explicativo o de esta forma de entender el mundo y lo que en él sucede; muy al contrario, y además creo que hay que desenmascarar a tanta pseudociencia que ha florecido en los últimos años al “socaire” de las ciencias. Lo que creo es que hay otra ciencia que explica con contundencia y rotundidad experimental las cuestiones que se relacionan con el comportamiento humano. Esta ciencia es la PSICOLOGÍA CONDUCTUAL que, como ciencia del comportamiento, es la que mejor puede explicar lo que sucede en torno a este comportamiento que llamamos enamoramiento.

    Ya en 1953, SKINNER, el psicólogo de mayor relevancia del siglo XX, según la Asociación Estadounidense de Psicología (APA 2002) comentaba en su obra “Ciencia y Conducta Humana” que “los métodos de la ciencia han sido extraordinariamente eficaces dondequiera que se han ensayado, ¿por qué no lo aplicamos entonces a los asuntos humanos?”, en referencia clara a la necesidad de profundizar en el conocimiento científico del comportamiento humano.

    Cuando actualmente desde la Psicología queremos explicar por qué suceden determinados comportamientos surgen explicaciones, cada vez más, que no tienen en cuenta, o que  olvidan, los avances realizados en otros tiempos. Es decir, parecería como que los conocimientos en Psicología no se van adquiriendo por concatenación de investigaciones o líneas de investigación sobre un asunto concreto, sino que surgen a partir de teorías dispares, a veces sin fundamento científico alguno, que pretenden explicar de nuevo un comportamiento concreto. La mayoría de estas explicaciones resultan vagas e imprecisas desde un punto de vista experimental y/o científico, pero resultan sencillas y comprensibles para el neófito o a nivel popular. De esta forma se van abriendo paso pseudociencias  y planteamientos acientíficos que convierten la Psicología en un “entretenimiento” en el que se mueven con soltura todo tipo de disciplinas pretendidamente afines, facilitando y dando paso al intrusismo profesional.

    Esto ocurre con el enamoramiento, que el saber popular atribuye al amor, que no se sabe lo que es, pero que se convierte en el elemento explicativo por excelencia. A partir de aquí no se sabe cómo se adquiere (ni cómo se pierde) y, por tanto, es algo que no sabemos cómo manejar. Sin embargo, a los profesionales de la psicología se nos pide que actuemos dando soluciones ante los problemas derivados de los problemas de relación en la pareja que pudieran estar relacionados con comportamientos incompatibles, con falta de comunicación, etc., ¿o es la pérdida del amor?.

    Para explicar todo ello es fundamental ir a las fuentes (que las hay) del conocimiento sobre estas cuestiones y ver que nos dice la Psicología Conductual al respecto.

    Miguel Costa y Carmen Serrat en su magnífico libro (ya hoy todo un clásico) “Terapia de Parejas” (Alianza Editorial, 1982) describen el enamoramiento como un intercambio de conductas reforzantes o gratificantes entre ambos miembros de la pareja, “lejos de la explicación vaga y simplista del amor”. El amor es un comportamiento complejo basado en conductas, la mayoría observables y medibles, de tipo cognitivo, emocional y motor. Se puede afirmar, por tanto, que las parejas con problemas intercambian menos gratificaciones (reforzadores positivos) que las parejas sin problemas (Jacobson 1979). Igualmente, se han encontrado tasas más altas de conductas castigadoras o aversivas en parejas en conflicto (Estudios de los años 1975 y 1976; Birchler y cols. y de Robinson y Price).

    Desde el punto de vista de la Psicología Conductual el amor podría entenderse como “expectativas de refuerzo”. “El nivel de expectativas, al igual que el resto de variables mediacionales (percepciones, interpretaciones o valoraciones en función de las experiencias previas, etc.), matizan el valor reforzante del intercambio conductual de una pareja. Unas expectativas excesivas o exclusivas, y por tanto no satisfechas,  conducen a minusvalorar las gratificaciones del otro y de la vida de relación en general y reducen el umbral de tolerancia a las frustraciones y a la estimulación aversiva  que toda relación interpersonal, en algún grado, conlleva”  (Costa y Serrat, 1982).

    Otro aspecto que diferencia las relaciones “basadas en el amor” de las que no se mantienen por este constructo son las habilidades de comunicación y de resolución de problemas. En las relaciones “basadas en el amor” la comunicación es positiva y la resolución de problemas es eficaz. (Weiss, 1978). Las parejas en conflicto lo están por intentar influirse e interactuar mediante estímulos aversivos (críticas, amenazas, enfados, chantajes, etc.). 

    Con base sólo en estos dos aspectos apuntados; expectativas de refuerzo e intercambio de reforzadores y estimulación aversiva, además de los déficits en la comunicación, podríamos concluir que, en el proceso de enamoramiento, el amor se mantiene en tanto en cuanto las expectativas de refuerzo no se ven superadas, o “resisten” en el nivel inicial de cada persona. Todo ello acompañado de una comunicación y resolución de problemas eficaces.

    Como bien apunta Jacobson (1979) (es preciso acudir a las fuentes) en el comienzo de una relación suele existir atracción debido a una elevada tasa de intercambios  reforzantes. ¿Explica este intercambio conductual el incremento de noradrenalina?

    ¿Es esto el amor?. ¡Parece poco romántico!, pero la psicología conductual, tras sus investigaciones de corte científico y experimental, encuentra estas conclusiones, entre otras que seguiremos analizando y exponiendo más adelante.


Juan Sagristá Andrés

Psicólogo especialista en Psicología Clínica

 

 

   

lunes, 8 de enero de 2024

Transiciones vitales en la adolescencia

 



    El concepto de transición vital va de la mano de los estadios o etapas en los que en los que la vida de una persona se secuencia. Durante el propio ciclo vital, todas las personas pasamos por periodos distintos que ponen a prueba nuestros procesos de adaptación y reorganización para reducir la desestabilización de las demandas de cambio que perturban el equilibrio entre el ambiente y el individuo, los cuales pueden suponer una transformación en la comprensión de nuestro entorno y sobre todo de nosotros mismos. Las transiciones son momentos vitales que actúan como puentes entre una situación anterior y otra posterior de cambio que pueden abarcar periodos extensos (Moratto et als. 2015). 


    Son periodos con un carácter condicionante sobre el futuro, la incertidumbre o las expectativas puestas en ellos, por lo que son de especial vulnerabilidad (Rausky, 2014) Harbottle y Bridges (2006) plantean unas fases en el proceso de transición exitoso, y son:


  • Fin, pérdida o necesidad de cambio en la situación de partida. Fase asociada a emociones de resistencia al cambio y la dificultad de aceptar que se están produciendo los mismos.

  • Zona neutral o periodo de moratoria. Siendo una fase puente en la que puede convivir el malestar y la incertidumbre con la apertura a nuevas posibilidades.

  • El nuevo comienzo. Fase cargada de perspectivas positivas que permite finalizar la transición con la recuperación del control sobre la propia vida.


    Podemos diferenciar entre transiciones vitales normativas y no normativas. Las primeras hacen referencia a las que se pueden anticipar y son previsibles, porque vienen determinadas por normas sociales, culturales y/o institucionales. Los eventos no normativos o críticos son individuales e inesperados, como accidentes, despidos no previstos, ruptura de pareja como ejemplo. También se incluyen en este apartado eventos históricos que afectan a toda una cohorte (Krampen, 2013, Perrig-chiello y Perren, 2005).


    Las transiciones relacionadas con la edad persisten en el imaginario social y conviven con políticas públicas y estructuras institucionales, aunque la flexibilización de los ciclos vitales y la reducción de los itinerarios personales hacen que la edad vaya perdiendo significación como característica central de los procesos de transición vital (Sepúlveda, 2013).


    Veremos cómo los cambios asociados a la juventud difieren en relación a los de la vida adulta en aspectos importantes y hay que tenerlos en cuenta y tratarlos con la importancia que cada una tiene en cada caso concreto.


    La juventud supone el tránsito hacia la vida autónoma constituyendo un momento crucial en la vida de las personas. Uno de los momentos a destacar es el paso de la escuela al mundo laboral, intentando no reducir la transición a la vida adulta a un mero proceso de inserción profesional. La configuración de la identidad y la gestión de las aspiraciones en distintos ámbitos forman parte de los aspectos críticos en esta etapa, no acotándolos necesariamente en cuestiones profesionales y/o laborales (Du Bois-Reymond y López, 2004).


    Los primeros de los cambios en los que nos vamos a centrar hace referencia a la familia. La adolescencia se convierte en una etapa mucho más difícil que otras, no solo para el adolescente, sino para el resto del núcleo familiar. Jeffrey Arnett (1999) propone que la adolescencia se relaciona con tres aspectos claves:


  • Mayores niveles de conflicto con los padres.

  • Alteraciones del estado de ánimo.

  • Mayor implicación en conductas de riesgo.


    No podemos olvidar que la familia no es un objeto pasivo sino un sistema activo. Toda tensión provocada por eventos internos o externos repercuten en el funcionamiento familiar. En este punto, la adolescencia es un periodo crítico donde las modalidades habituales de funcionamiento que hasta el momento han sido exitosas ahora resultan inadecuadas. Temas como el control y la autonomía deben renegociarse, de manera que se suceda el distanciamiento gradual del adolescente con la familia (Estévez y Musitu, 2016). 


    Ejemplos de transiciones vitales en la adolescencia y juventud:


  • Duelo al final de una etapa escolar con cambio de centro o fin de la etapa educativa.

  • Cambio de domicilio.

  • Separación de miembros de la familia, mudanzas, divorcios de los progenitores.

  • Ruptura con el grupo de amigos/as habituales.

  • Querer entrar en un mundo más adulto del que no forma parte, adquiriendo más libertades como llegar más tarde a casa, tener menos control por parte de padres, madres o cuidadores/as.

  • Descubrimiento de la sexualidad y la pareja.


    Para concluir, indicar que en los últimos años la transición de la vida académica a la vida laboral ha sufrido un desplazamiento retrasando la edad a la que este cambio tiene lugar. Hasta hace poco hemos tenido un ciclo vital definido por la previsibilidad y las certezas, todo ello como consecuencia de la linealidad y la estandarización a nivel social. Ahora mismo hemos pasado a un recorrido vital marcado por la incertidumbre y la reversibilidad haciendo que enfrentarse a los cambios sea una tarea altamente exigente (Gonzalez y González, 2015,p. 30), dando lugar a que las transiciones vitales sean más inciertas, duren más tiempo y/o más frecuente,haciendo que sean más imprevisibles y generen una mayor inseguridad (Stauber y Walther, 2006).


Ramón Flores González

Psicólogo colaborador de Latour Psicología



Du Bois-Reymond, M., y López, A. (2004). Transiciones tipo yo-yo y trayectorias fallidas: hacia las políticas integradas de transición para los jóvenes europeos. Estudios de Juventud, 65, pp. 11-29.


Krampen, G. (2013). Subjective Well-Being of Children in the Context of Educational

Transitions. Europe's Journal of Psychology, 9(4), pp. 744–763.


Moratto Vásquez, N. S., Zapata Posada, J. J., & Messager, T. (2015). Conceptualización de ciclo vital familiar: una mirada a la producción durante el periodo comprendido entre los años 2002 a 2015. CES psicología, 8(2), 103-121.


Perrig-Chiello, P. y Perren, S. (2005). Biographical Transitions From a Midlife Perspective.

Journal of Adult Development, 12(4), pp. 169-181.


Rausky, M.E. (2014). ¿Jóvenes o adultos? Un estudio de las transiciones desde la niñez en sectores pobres urbanos. Última Década, 41, pp. 11-40. 

Sepúlveda, L. (2013). Juventud como transición. Última Década, 39, pp. 11-39.