Lo primero que pensé fue en el dilema (o más bien
falacia) sobre qué fue primero, si el huevo o la gallina. ¿Es la noradrenalina
lo que nos hace sentir que estamos enamorados?, o, por el contrario, ¿es el
comportamiento de estar enamorado el que hace que segreguemos noradrenalina?. A continuación me situé, desde mi posición
como psicólogo, en contra del planteamiento exclusivamente biologicista, para
finalmente analizar tan importante
cuestión vital desde la perspectiva de la psicología.
En general, desde hace mucho tiempo, sobre todo en
la sociedad occidental, damos credibilidad a aquello que proviene de lo que en
general denominamos ciencia. Esto nos ha hecho “intuir” que todo puede
explicarse en términos científicos, pero sobre todo, o exclusivamente, por
aquella explicación que proviene de determinadas “ramas” de la ciencia,
como la biología, la química, la
medicina, etc. No voy a manifestarme en contra de este modelo explicativo o de
esta forma de entender el mundo y lo que en él sucede; muy al contrario, y
además creo que hay que desenmascarar a tanta pseudociencia que ha florecido en
los últimos años al “socaire” de las ciencias. Lo que creo es que hay otra
ciencia que explica con contundencia y rotundidad experimental las cuestiones
que se relacionan con el comportamiento humano. Esta ciencia es la PSICOLOGÍA
CONDUCTUAL que, como ciencia del comportamiento, es la que mejor puede explicar
lo que sucede en torno a este comportamiento que llamamos enamoramiento.
Ya en 1953, SKINNER, el psicólogo de mayor
relevancia del siglo XX, según la Asociación Estadounidense de Psicología (APA
2002) comentaba en su obra “Ciencia y Conducta Humana” que “los métodos de la ciencia han sido
extraordinariamente eficaces dondequiera que se han ensayado, ¿por qué no lo aplicamos entonces a los
asuntos humanos?”, en referencia clara a la necesidad de profundizar en el
conocimiento científico del comportamiento humano.
Cuando actualmente desde la Psicología queremos
explicar por qué suceden determinados comportamientos surgen explicaciones, cada
vez más, que no tienen en cuenta, o que
olvidan, los avances realizados en otros tiempos. Es decir, parecería
como que los conocimientos en Psicología no se van adquiriendo por
concatenación de investigaciones o líneas de investigación sobre un asunto
concreto, sino que surgen a partir de teorías dispares, a veces sin fundamento
científico alguno, que pretenden explicar de nuevo un comportamiento concreto.
La mayoría de estas explicaciones resultan vagas e imprecisas desde un punto de
vista experimental y/o científico, pero resultan sencillas y comprensibles para
el neófito o a nivel popular. De esta forma se van abriendo paso
pseudociencias y planteamientos
acientíficos que convierten la Psicología en un “entretenimiento” en el que se
mueven con soltura todo tipo de disciplinas pretendidamente afines, facilitando
y dando paso al intrusismo profesional.
Esto ocurre con el enamoramiento, que el saber
popular atribuye al amor, que no se sabe lo que es, pero que se convierte en el
elemento explicativo por excelencia. A partir de aquí no se sabe cómo se
adquiere (ni cómo se pierde) y, por tanto, es algo que no sabemos cómo manejar.
Sin embargo, a los profesionales de la psicología se nos pide que actuemos
dando soluciones ante los problemas derivados de los problemas de relación en
la pareja que pudieran estar relacionados con comportamientos incompatibles,
con falta de comunicación, etc., ¿o es la pérdida del amor?.
Para explicar todo ello es fundamental ir a las
fuentes (que las hay) del conocimiento sobre estas cuestiones y ver que nos
dice la Psicología Conductual al respecto.
Miguel Costa y Carmen Serrat en su magnífico libro
(ya hoy todo un clásico) “Terapia de Parejas” (Alianza Editorial, 1982)
describen el enamoramiento como un intercambio de conductas reforzantes o
gratificantes entre ambos miembros de la pareja, “lejos de la explicación vaga
y simplista del amor”. El amor es un comportamiento complejo basado en
conductas, la mayoría observables y medibles, de tipo cognitivo, emocional y motor.
Se puede afirmar, por tanto, que las parejas con problemas intercambian menos
gratificaciones (reforzadores positivos) que las parejas sin problemas
(Jacobson 1979). Igualmente, se han encontrado tasas más altas de conductas
castigadoras o aversivas en parejas en conflicto (Estudios de los años 1975 y
1976; Birchler y cols. y de Robinson y Price).
Desde el punto de vista de la Psicología Conductual el amor podría entenderse como “expectativas de refuerzo”. “El nivel de expectativas, al igual que el resto de variables mediacionales (percepciones, interpretaciones o valoraciones en función de las experiencias previas, etc.), matizan el valor reforzante del intercambio conductual de una pareja. Unas expectativas excesivas o exclusivas, y por tanto no satisfechas, conducen a minusvalorar las gratificaciones del otro y de la vida de relación en general y reducen el umbral de tolerancia a las frustraciones y a la estimulación aversiva que toda relación interpersonal, en algún grado, conlleva” (Costa y Serrat, 1982).
Otro aspecto que diferencia las relaciones “basadas
en el amor” de las que no se mantienen por este constructo son las habilidades
de comunicación y de resolución de problemas. En las relaciones “basadas en el
amor” la comunicación es positiva y la resolución de problemas es eficaz.
(Weiss, 1978). Las parejas en conflicto lo están por intentar influirse e
interactuar mediante estímulos aversivos (críticas, amenazas, enfados,
chantajes, etc.).
Con base sólo en estos dos aspectos apuntados;
expectativas de refuerzo e intercambio de reforzadores y estimulación aversiva,
además de los déficits en la comunicación, podríamos concluir que, en el proceso
de enamoramiento, el amor se mantiene en tanto en cuanto las expectativas de
refuerzo no se ven superadas, o “resisten” en el nivel inicial de cada persona.
Todo ello acompañado de una comunicación y resolución de problemas eficaces.
Como bien apunta Jacobson (1979) (es preciso acudir
a las fuentes) en el comienzo de una relación suele existir atracción debido a
una elevada tasa de intercambios reforzantes.
¿Explica este intercambio conductual el incremento de noradrenalina?
¿Es esto el amor?. ¡Parece poco romántico!, pero la
psicología conductual, tras sus investigaciones de corte científico y experimental,
encuentra estas conclusiones, entre otras que seguiremos analizando y exponiendo
más adelante.
Juan Sagristá Andrés
Psicólogo especialista en Psicología Clínica